En el transcurso de la vida las personas enfermamos y lo hacemos con más o menos frecuencia y con más o menos gravedad. Según factores genéticos y constitucionales las personas tenemos aspectos corporales más vulnerables que otros. Por ejemplo, hay quien se suele enfriar porque su punto más débil es el aparato respiratorio, hay quien acostumbra a tener problemas cardíacos porque el corazón es su aspecto más vulnerable, otros tienen más afectado el aparato digestivo, y hay quienes se tuercen continuamente el tobillo porque su punto débil es el aparato locomotor.
Aparte de estos aspectos genéticos y constitucionales hay uno que también es muy importante y que influye sensiblemente en nuestro cuerpo y en nuestras enfermedades leves o graves. Este aspecto es el que tiene que ver con nuestras emociones y con nuestro mundo interno.
Nuestros abuelos
Cuando nuestros abuelos visitaban al médico de cabecera porque tenían dolor de estómago, el médico sabía muy bien de que pie calzaba su paciente porque en aquellas épocas los doctores solían conocer a las familias y el entorno donde vivían. Podía darse una situación más o menos como esta:
- "Buenos días doctor he venido porque desde hace unos días tengo dolor de estómago y ya no sé qué hacer, ¿podría recetarme un remedio para curarlo?" El médico que conocía a la señora le pregunta:
- "Qué tal Lolita, hace tiempo que no vienes por aquí, cómo está tu familia?"
- Ay doctor -comentaba la paciente- mi hijo Carlitos se ha ido a vivir al extranjero y llevo un disgusto encima..., y Pepito, mi marido cada vez está más achacoso, me necesita para todo," " Doctor, no nos podemos hacer viejos a ningún precio...."
El doctor dándose cuenta de la situación le contesta:
- " Vamos a ver Lolita, no puedes tomarte las cosas de esta manera mujer, si sigues así te va a dar un infarto. "Mira eso son nervios, estás triste por lo de Carlitos y te cuesta digerirlo. Te voy a dar unas hierbas que son mano de santo, pero piensa que lo de tu hijo es ley de vida, todos nos hemos marchado de casa para hacer nuestra vida, las hierbas te pueden ayudar, pero debes empezar a hacerte a la idea de cómo son las cosas y hacer un esfuerzo, de lo contrario las hierbas no te servirán de nada".
" Ay Señor, que Dios se lo pague doctor, tengo suerte porque usted me escucha, me comprende y siempre encuentra alguna solución, mañana mismo Pepito le traerá un conejo que hemos criado en casa y unos cuantos huevos de nuestras gallinas, Con Dios doctor."
Una situación parecida a ésta se podía dar tiempo atrás cuando se visitaba al médico, sobre todo en las zonas rurales y en algunos barrios de la ciudad donde la gente se conocía más entre ella que ahora.
Bien, ¿Qué nos puede enseñar este pequeño ejemplo?
Este médico de antaño que conocía de cerca la vida de sus pacientes, sabía que muchas veces la causa de sus trastornos tenían relación directa con las emociones y sentimientos y que a menudo los desencadenaba. Y también sabía que los remedios que recetaba no serían suficientes si no iban acompañados de un cambio de actitud emocional de sus pacientes respecto a las cosas que les preocupaban.
En aquella época los médicos y sanitarios tenían una visión conjunta de la enfermedad y del paciente y lo solían tratar como una misma cosa, o sea, trataban enfermos, no enfermedades. Por ello, tanto los diagnósticos como los tratamientos estaban dirigidos a curar a la persona de una forma integral. Sabían que si solo se ocupaban de tratar el cuerpo dejando de lado las emociones y sentimientos que estaban asociados al malestar físico, el tratamiento solo sería efectivo en parte ya que estas emociones y sentimientos muchas veces originaban y mantenían el malestar físico.
Pero actualmente y a pesar de que se ha avanzado mucho en la especialización médica, se ha mantenido al margen lo relacionado con el mundo interno del paciente sin cuestionarse hasta qué punto es importante para las personas.
Factores que influyen en el dualismo cuerpo mente
El factor cultural. La necesidad de sentirnos
Hay diferentes factores que colaboran en que aún hoy en día aún se traten cuerpo y mente como si estuvieran desvinculados el uno del otro. Comentaremos dos de estos factores que considero importantes.
Uno es cultural y tiene que ver con los valores que sustentan el ritmo de vida que actualmente llevamos, donde impera la inmediatez y no hay tiempo para nada: no lo hay para detenernos y pararnos a pensar cómo nos sentimos emocionalmente y mucho menos para escuchar a nuestro cuerpo.
La actividad con la que llenamos nuestras vidas nos impide sentirnos. La palabra sent-i-miento denota claramente la integración de los aspectos mencionados. Desgraciadamente pocas veces paramos atención a este orden de cosas, y este dualismo aún tan vigente en nuestros días acaba siendo una trampa que nos aleja cada vez más de la salud.
El factor sanitario. La perspectiva actual de la salud
El otro factor es el relacionado con la asistencia sanitaria tal como se viene dando actualmente en nuestro entorno.
La mirada que la asistencia sanitaria tiene en estos momentos sobre la persona y sobre la salud no parte de una perspectiva holística, ya que no contempla enfermo y enfermedad como una unidad con entidad propia, se tratan enfermedades y no enfermos.
La hiperespecialización ha aportado grandes avances en el campo de la salud, y es indiscutible que esta aportación es positiva, tanto en relación al conocimiento del funcionamiento de nuestro cuerpo como por los nuevos tratamientos que permiten mejoras importantes en la salud de los enfermos. Pero en general esta especialización ha dejado de lado los aspectos emocionales que están absolutamente implicados en todos los procesos de salud y enfermedad y que son en muchos casos determinantes en el origen de los trastornos orgánicos así como en su evolución y curación.
Esta mirada disociada que separa cuerpo y mente y que por desgracia nuestro entorno cultural propicia no augura un futuro favorable para la mayoría de personas enfermas, ya que se aleja cada vez más de un concepto integral de la salud y deposita el peso en el de la enfermedad. De esta manera se está haciendo una labor paliativa y no preventiva que nos aleja aceleradamente de diagnósticos y tratamientos que respeten a la persona y tengan en cuenta su sufrimiento psíquico y de qué manera está relacionado con su enfermedad orgánica. La verdadera colaboración con el paciente escuchando atentamente cómo se relacionan sus síntomas físicos con su mundo interno y de qué manera procesa y gestiona sus emociones es una responsabilidad que tenemos todos los sanitarios que favorece el compromiso y la responsabilidad que tiene cada paciente respecto a su enfermedad o trastorno.
Por suerte cada vez son más los sanitarios que, conscientes de este problema ofrecen un trato sensible a sus pacientes y conservan una mirada holística de la salud y de la relación del cuerpo nuestro mundo interno.
¿Cómo funciona nuestro cuerpo?
El cuerpo es una unidad, todos sus sistemas están conectados entre sí, dependen los unos de los otros para que funcionen bien y en equipo. Un equipo de fútbol para hacer un buen partido y llegar el primero a la liga tiene que funcionar cohesionado como una piña, y ningún jugador debe de ir por su cuenta de lo contrario la estrategia de juego deja de ser efectiva y se puede perder el partido, y eso los jugadores lo saben muy bien.
De la misma manera, el cuerpo para funcionar bien da por sentado que todos sus aparatos y sistemas funcionen de una forma homogénea, y ello significa que cuenta con que cada persona lo tenga presente cuidándolo, ya que el cuerpo somos nosotros y aunque a veces nos pueda parecer que la razón y las emociones van por separado, nada más falso que eso, todo está interrelacionado y vinculado en un armonioso equilibrio de dependencia mutua que será estable en la medida en que seamos conscientes de que mente y cuerpo forman parte de una misma unidad que es la persona. Somos nosotros quienes debemos mantener ese equilibrio para preservar la salud.
Cuanto más disociados, separados tengamos estos dos aspectos, más trastornos físicos y psíquicos tendremos.
El cuerpo como indicador
El cuerpo nos da señales cuando algo va mal, y estas señales son indicadores que si sabemos interpretarlos, nos dirán a través de sus síntomas físicos, (dolores, migrañas, rampas, etc.), y psíquicos (ansiedad, tristeza, miedo, etc.),que algo está fallando, y serán a la vez, una guía para encontrar el origen del problema. Nosotros tenemos que actuar de forma parecida a como lo hace un buen jefe de mantenimiento cuando se le estropea una máquina: detectar que hay un problema y dónde, y por tanto observar, identificar, buscar la solución y ponerla en práctica, pero a pesar de que la estrategia a seguir es parecida, es evidente que hay diferencias importantes respecto a nuestro cuerpo.
La "máquina" es nuestro cuerpo y por tanto nosotros mismos. Una máqiina no tiene sentimientos y emociones y nosotros si, y por tanto podemos sentir y sentimos. Cuando "nos falla" algo en el cuerpo no somos objetivos, ya que como no hay distancia entre nosotros y nuestra "máquina"no podemos observarla con neutralidad. De ahí la importancia de nuestras emociones, ya que a pesar de que a veces nos confunden, también nos pueden ayudar a detectar un problema emocional o físico, si sabemos escucharlas e interpretarlas.
El secreto de todo ello está en poder identificar nuestras emociones y darles un sentido que nos permitirá encontrar la causa que lo origina. Observar si tenemos algún tipo de conflicto con nosotros mismos o con los demás que nos preocupa, e intentar afrontarlo con nuestros propios recursos que se potenciarán si aprendemos a identificar i dar sentido a nuestras emociones y sentimientos.
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La semana que viene explicaremos los mecanismos psíquicos que tenemos y como se relacionan y juegan con nuestro cuerpo para avisarnos que algo nos está pasando.